lunes, 14 de enero de 2013

Finalidad de la enseñanza competencial

Enseñanza por competencias: ¿La enésima ocurrencia de los teóricos burócratas de ministerio? ¿Otra reforma innecesaria? ¿Otra moda pasajera?, ¿Una nueva terminología vacía, o más de lo mismo cuando en educación ya está todo inventado? Estas son algunas disquisiciones que vienen haciendo no pocos profesionales de un oficio -ya de por si cambiante y complejo- a propósito del nuevo marco escolar centrado en la enseñanza por competencias.
Foto de Chema Madoz.
Al hilo del debate, todavía caliente, no estará de más reparar en las causas que han motivado la necesidad de una pedagogía competencial y, sobre todo, cuál es su esencia.
Por un lado están las exigencias del mercado laboral que demanda la formación de ciudadanos preparados para vivir en el marco de la Sociedad de la Información y el Conocimiento (SIC). Esta neo-sociedad nos plantea los siguientes desafíos: educar ciudadanos capaces de transformar el inagotable caudal informacional en conocimiento aplicado, formar personas capaces de desenvolverse en entornos cambiantes y prepararlos para que sean capaces de aprender a lo largo de toda la vida (y no sólo durante la escolarización obligatoria como venía ocurriendo).
Por otro lado, está la necesidad de adaptar los sistemas educativos a esta nueva realidad y la imperiosa necesidad de mejorar una institución escolar caracterizada por índices alarmantes de fracaso académico (en casi todos los países). Esta asimetría, entre lo que demanda la sociedad y lo que ofrece la escuela, explica el auge del aprendizaje competencial. 
Para ilustrar estos argumentos y la conveniencia de un cambio de paradigma educativo sirvan las siguientes observaciones.

En la actualidad tener mucha información sobre anticonceptivos -o una esmerada educación sexual- no impide que miles de escolares queden embarazadas cada año de forma involuntaria.

Conocer los efectos negativos para la salud del sobrepeso y el sedentarismo, no evita que el índice de escolares obesos aumente exponencialmente o que se incrementen la adicción al video juego, ni que se adopten estilos de vida poco saludables. Entonces: ¿Qué está pasando? ¿En qué pedagogía fallida nos estamos apoyando?

Permíteme abundar en la idea. Conocer a la perfección la “regla del fuera de juego” no evitará que cuando practiquemos fútbol incurramos en él. Para mostrar esa competencia deportiva es necesario implementar esos aprendizajes teóricos con experiencias prácticas; pues la mejor forma de aprender es aprender haciendo en contextos reales y respetando unas reglas de juego limpio y de compromiso con los compañeros y los adversarios. 

Así pues, para ser competente se necesita movilizar la capacidad de percibir y de analizar, de saber qué y cómo hacer, de saber hacerlo de forma eficaz y hacerlo reconociendo las implicaciones personales sociales y éticas de la acción.

Queda evidenciado que los problemas no se resuelven cuando únicamente conocemos la solución teórica (inteligencia teórica); los problemas se sustancian cuando somos capaces de materializar esa solución (y usamos la inteligencia ejecutiva o práctica).

Por ello es importante superar esa pedagogía incompleta y no confundir la parte por el todo (el saber teórico, por el saber hacer y el saber ser) pues estaremos olvidando otros requisitos indispensables para lograr un aprendizaje eficaz.

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