martes, 24 de septiembre de 2013

¿QUÉ HACER CUÁNDO COMPITO? Y, QUÉ HACER CON PITO... (PARTE I)

NO ME GUSTA PERDER NI AL PARCHÍS

La cuestión sobre si la escuela y sus educadores deben enseñar a los niños a competir o si la competición es o no estigmatizante me parece secundaria. Máxime cuando para iniciar una carrera, superar una entrevista de trabajo o aprobar una oposición, debemos clasificarnos por encima de los demás, mostrar que nuestra valía es superior a la del resto. La pregunta no es si debemos enseñar o no a los niños a competir. La verdadera cuestión es si la escuela debe enseñar a competir de otra manera.
Dime cómo compites o cómo digieres el éxito 
y la derrota y te diré cómo eres
La sociedad tiene sus propios mitos, los crea y los devora a la misma velocidad. Los más reconocibles son los triunfadores, las personas exitosas y competitivas que saben abrirse paso en sus profesiones, en muchos casos ignorando las más elementales normas y formas. Entre los mitos más reconocidos están los deportistas, jóvenes y triunfadores conocidos por doquier por personas de toda condición o edad. Mitos que, con sus declaraciones, acciones u omisiones (incluyendo peinados y tatuajes) generan tendencia, transmiten valores que más tarde replican niños de todo el planeta. 
¿Cuántas veces hemos visto a un chaval celebrando un gol haciendo el corazón de Bale, besándose el anillo como Raúl o llevándose el dedo índice a los labios para acallar a sus hipotéticos detractores?
A estos afamados deportistas les oímos declarar con frecuencia "A mí no me gusta perder ni al parchís". ¿Qué esconde esta frase? ¿Su disposición al esfuerzo y al aprendizaje continuo para ser mejores, o la voluntad de ganar a cualquier precio? Ayrton Senna dijo "el segundo es el primero de los perdedores", Juan Pablo Montoya: "yo vine a la Fórmula 1 a ganar no a ser parte de la profesión". Esa filosofía de "el éxito no lo es todo: es lo único", la glorificación del: "lo importante no es participar es ganar, vencer a cualquier precio"  ¿Es la que comparte la escuela?

martes, 5 de marzo de 2013

Cómo ser un buen profesor/ra sin riesgo de parecerlo


Lo importante en la vida y en la escuela es la esencia, no la apariencia. Pero pongamos el mundo al revés, seamos mundanos, volvámonos mundo. En estos momentos nuestro planeta está habitado por más de 7.000 millones de seres humanos; bien es cierto que unos más humanos que otros. De esa cantidad, lógicamente surge la excelencia (ética, personal, profesional…), pero también la mediocridad. Y de ello vamos a hablar, de excelencia y de mediocridad.
Niñ@s en clase de natación. Foto anónima
Este texto surge a raíz de una visita que me hizo un antiguo alumno a la Facultad. Me alegran estas visitas, las veo como un reconocimiento implícito a la que en su día pudo ser una clase divertida, una frase amable o una experiencia académica acertada. A decir verdad el reconocimiento suele ser mutuo, aunque, confesaré, jamás les digo cuánto me hacen aprender. Cuando vienen solemos bajar a la cafetería de la Universidad (qué sería de las facultades sin las cafeterías) a charlar relajadamente de colega a colega. Ese café compartido lo considero una cortesía necesaria, pero también esconde un interés: siempre me cuentan cosas de sumo provecho.

Pues bien, charlando con mi alumno (no creo en la categoría ex-alumno; o son alumnos o pasan a ser compañeros), hoy profesor novel, me dijo preocupado: “ya no sé cómo decirles a mis niños que no exterioricen su cariño; me sonríen y me cogen del brazo cuando salgo al patio o me ven en el comedor. ¡Claro, lo hacen delante de mis colegas! y éstos me miran con cierta desaprobación. Más de una vez me han aconsejado con ironía, que la atención hiperbólica que les presto a mis estudiantes y por mi pasión profesional se le curará con la edad."

viernes, 8 de febrero de 2013

Gorra, pito y crono Versus Educación Física (Parte I)

Me aventuro con la siguiente afirmación: mientras que la mayoría de nosotros conoce a personajes Gasol, Nadal, Bolt, Michael Phels o Serena Williams, no tiene la más remota idea de quien es Haroche, David J. Wineland, Mo Yan, Yamanaka, Lefkowitz o Kobilka. Los primeros, has acertado, son populares deportistas, los segundos, un elitista grupo de anónimos profesionales con menor salario y relevancia mediática; a pesar de ser las mentes más brillantes de la literatura, la medicina, la química, la física o la economía -todos ellos han sido galardonados con el premio Nobel (2012)- personas que con su trabajo salvan vidas o contribuyen a nuestro bienestar. 
Nuestro oficio no trata de ayudar a que las personas sean
mejores jugadores, sino que sean mejores personas 
través del juego deportivo”. R. Velázquez.
¡Tremenda e ilustradora asimetría! Pero es lo que hay. Lo he comprobado cuando he viajado al extranjero y he revelado mi nacionalidad. En numerosas ocasiones me han preguntado por el FC Barcelona o por Casillas, pero nadie se ha interesado por el insigne Machado o por el Dr. Ramón y Cajal: porque obviamente no los conocen. Y en tono de humor propongo: ¡Llevemos a nuestros hijos a los estadios, vaciemos las facultades! 
Hago estas analogías para mostrar como el deporte constituye uno de los grandes fenómenos (mediáticos sociales, culturales, económicos o políticos) con los que podemos identificar el mundo actual. El deporte es una referencia ineludible cuando tratamos de comprender cómo es la sociedad actual, pues como decía Cagigal J.M. (1981), "vivimos en una sociedad deportivizada" No se congregan multimillonarias audiencias para escuchar un discurso económico, político o una tertulia literaria. Sí las registran un mundial de fútbol, unos Juegos Olímpicos o el desenlace de la Super Bowl.

domingo, 3 de febrero de 2013

¿Y ahora qué hago?

En estos últimos tiempos mis tutorías están llenas, algo que no había pasado antes. No creo que se deba a un súbito aumento de mi carisma o de mi magnetismo profesional. Los estudiantes de Educación física a punto de acabar la carrera, no acuden a por ese empujoncito que oriente un trabajo académico o una investigación. Chicos y chicas de veintipocos años, con una formación impecable y un gran potencial docente, están desconcertados ante el panorama laboral que se les cae encima. Y la verdad, me inquieta el desanimo de sus reflexiones.
Graffiti de Banksy. No ball games.
Me dicen que han perdido la tranquilidad que se tiene, cuando uno, marcándose objetivos los va cumpliendo de forma gradual. Después de aprobar un examen, otro; después de un cuatrimestre, otro; un curso después de otro curso, así hasta llegar al final de su formación. Entonces parece llegar el abismo: ¿Y ahora qué? ¿Qué hago cuando acabe?
No puedo decirles -a quemarropa- que van a tener muchas dificultades para aprobar unas oposiciones, que cuando consigan una faena trabajarán más, por menos y en condiciones de mayor precariedad (aumento de la ratio, reducción de desdobles, menos ayuda a su formación continua...). 

viernes, 1 de febrero de 2013

La escuela de los grillos

Releyendo a Agusto Monterroso me encontré con esta ilustradora fábula.
Graffiti callejero. Bansky. Street art
"Allá en tiempos muy remotos, un día de los más calurosos del invierno, el Director de la Escuela entró sorpresivamente al aula en que el Grillo daba a los Grillitos su clase sobre el arte de cantar, precisamente en el momento de la exposición en que les explicaba que la voz del Grillo era la mejor y la más bella entre todas las voces, pues se producía mediante el adecuado frotamiento de las alas contra los costados, en tanto que los pájaros cantaban tan mal porque se empeñaban en hacerlo con la garganta, evidentemente el órgano del cuerpo humano menos indicado para emitir sonidos dulces y armoniosos. 
Al escuchar aquello, el Director, que era un Grillo muy viejo y muy sabio, asintió varias veces con la cabeza y se retiró, satisfecho de que en la Escuela todo siguiera como en sus tiempos".
Esta evocadora historia nos invita plantearnos algunas cuestiones.

jueves, 31 de enero de 2013

Las tres reglas de oro [o "cómo portarse bien"]


Bansky. Graffiti. 
Hace un tiempo escribí un cuento para explicarle a mi hija de 5 años qué era ser buena. Me pareció un menester obligado pues los educadores (padres o profesores) decimos constantemente a los niños: "debes portarte bien", "debes ser bueno".
 Cuando le decimos a un niño "no te portes mal, no seas malo", se sobreentiende que le pedimos que no pegue, mienta, insulte o atente contra las propiedades ajenas... Pero ¿Qué le pedimos realmente cuando le instamos a portarse bien?,  y lo más importante ¿cuál es el significado para un niño/a de ser bueno o portarse bien?, ¿Comportarse de forma sumisa o hacer lo que se les manda papá a la primera? ¿No molestar, ser manejable, ser dócil, subordinarse sin replicar: acaso ser sumiso?
Siempre he creído que "portarse bien", dada su trascendencia, es una formulación demasiado genérica, imprecisa e indefinida. Necesita matices para no resultar tan críptica e interpretativa,  debe precisarse y apoyarse en un firme suelo ético. Ahí deben estar los agentes educativos esenciales: escuela y familia (o viceversa, porque la familia debería ser la segunda escuela y la escuela la segunda familia, como dice Santos Guerra)

miércoles, 30 de enero de 2013

La impermeabilidad tecnológica de la EF.


Las TIC solo son herramientas; lo relevante es el uso educativo que
podemos hacer de ellas. 
¿Nos hemos preguntado por qué no se ha generalizado el uso de las TIC en la enseñanza-aprendizaje de la Educación Física cuando en otras áreas curriculares han recorrido un largo camino? Resulta llamativo que mientras en el ámbito deportivo (escenario hermano) hemos sido vanguardia, desde hace décadas, en la utilización y en el aprovechamiento de las nuevas tecnologías (campo de la biomecánica, la planificación, el control y la evaluación funcional, etc.), los educadores físicos, sigamos instalados en una especie de "impermeabilidad tecnológica", es decir, continuamos sin aprovechar el claro potencial didáctico y las notables aplicaciones educativas que ofrecen las TIC.

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